El origen exacto de la salsa romesco es un tema de debate y no existe un único creador ni una fecha precisa. La base de su dieta eran los productos del mar, y para acompañarlos recurrían a lo que la tierra les ofrecía: tomates, pimientos secos, ajos y frutos secos, principalmente almendras y avellanas, muy abundantes en la región. La técnica de asar tomates y ajos sobre brasas era común y aportaba un sabor ahumado y dulce característico. Inicialmente, esta preparación rústica probablemente no se conocía con el nombre formal de romesco. Con el tiempo, a medida que la gastronomía catalana fue consolidándose y sus platos regionales ganaban reconocimiento, esta salsa de pescadores comenzó a destacar por su sabor único y su gran versatilidad. Aunque existen diversas versiones según la tradición familiar o el estilo del chef, la esencia, tomates y ñoras, frutos secos, ajo y aceite de oliva virgen extra sigue siendo el alma de esta salsa ancestral. La teoría más aceptada y con mayor fundamento nos lleva a las tierras de Tarragona, específicamente a las zonas de pescadores de Cambrils y el Serrallo, durante el siglo XIX. Durante el siglo XX, el romesco trascendió su ámbito marinero original y se incorporó a la cocina del interior de Cataluña, acompañando carnes a la brasa y verduras, especialmente los calçots en la tradicional calçotada.