Criar pulpos no solo es poco ético sino también perjudicial para el medio ambiente, sostienen los científicos.
De las capturas anuales estimadas en 350.000 toneladas, dos tercios van a países asiáticos como Japón y Corea del Sur.
La acuicultura existente, dicen los científicos, depende de "ambientes estrictamente controlados y monótonos... con condiciones ambientales constantes, recintos simplificados y estériles, y horarios de alimentación rígidos, destinados a la producción en altas densidades".
La cantidad de alimento necesario para alimentar y criar un pulpo es tres veces el peso del propio animal y, dado que los pulpos son carnívoros y viven de los aceites y las proteínas de los peces, al criarlos se corre el riesgo de ejercer más presión sobre un ecosistema marino ya demasiado explotado.
Los pulpos son solo uno de la gran cantidad de animales marinos que los humanos usan para alimentarse, y la idea de cultivarlos plantea preguntas profundas sobre nuestra relación con un mundo natural fracturado.
Mantener animales inteligentes como los pulpos en grandes granjas industriales plantea numerosos problemas éticos y en gran parte se debe a cómo ha evolucionado la acuicultura en las últimas décadas.
Aparte de los escrúpulos éticos, el impacto ambiental del cultivo de pulpos también preocupa a los científicos.
Esto es un anatema para un pulpo curioso y activo que es más probable que contraiga infecciones, se vuelva más agresivo y tenga una alta tasa de mortalidad cuando se cría en estas condiciones.