Los vinos Tempranillo de calidad tienen una gran personalidad propia, que refleja todos los cuidados que se deben poner, tanto en el cultivo de la vid como en los procesos de elaboración, para producirlos. Los vinos Tempranillo suelen destacar por su color intenso, mostrando los tintos jóvenes tonos violáceos, malvas y azulados, brillantes y llenos de reflejos. Colores que evolucionan hacia naranjas profundos, rojos y granates en el caso de los vinos con más crianza. En la fase aromática de la cata, los Tempranillo de calidad se caracterizan por las notas frutales y florales, sobre todo cuando son vinos jóvenes. En el caso de los vinos Tempranillo con más crianza, persiste el carácter afrutado, pero este cede parte del protagonismo en favor de aromas más complejos, como la vainilla, el clavo, el tabaco o el cuero. Una vez en boca, los buenos Tempranillos son vinos elegantes, caracterizándose una vez más por el perfecto equilibrio entre unos niveles de acidez y una concentración de azúcares y alcohol moderados. Son vinos estructurados, de cuerpo medio y fáciles de beber, que se benefician del paso por barrica mostrando unos taninos suaves y afinados. Los vinos Tempranillo de calidad se definen por su elegancia y por un medido equilibrio, lo que los convierte en vinos ideales para cualquier ocasión. Son una opción ideal para llevar a una cena con amigos, cuando no conocemos el menú de antemano y pueden acompañar perfectamente a platos contundentes, como carnes rojas, asados o guisos. También pueden ser perfectos con pastas, pizza, pescados como el salmón o el atún, embutidos y quesos.