Los Vinos de Jerez del tipo Fino, así como la Manzanilla, por su carácter ligero, fresco y delicado, deben ser consumidos en los meses siguientes a su embotellado.
En la actualidad, las modernas técnicas de embotellado permiten disfrutar de toda la fragancia y sabor de estos vinos incluso hasta 18 meses después de haberse abandonado las soleras, y siempre que se conserven adecuadamente.
Los vinos del tipo Amontillado también es conveniente no conservarlos en la botella más allá de 24 ó 36 meses.
Con posterioridad a estos períodos aproximados pueden perder parte de su frescura y con ella algunas de sus características más distintivas.
Los finos y manzanillas no deben conservarse más allá de una semana y siempre en el frigorífico y con la botella bien cerrada.
Los amontillados pueden aguantar durante algunas semanas y los vinos más oxidados incluso meses.
Una vez abierta, las botellas de Jerez deben conservarse con el tapón bien cerrado; en el caso de los finos o las manzanillas, e incluso del medium o el pale cream, preferentemente en el frigorífico y no por demasiado tiempo.
Los vinos elaborados mediante largos procesos de crianza oxidativa, como es caso del Oloroso, el Cream o el Pedro Ximénez, pueden conservar sus características intactas durante muchos años e incluso décadas, dependiendo obviamente de la calidad intrínseca del vino en cuestión.
Como cualquier otro vino de calidad, las botellas que aún no hayan sido abiertas deberán guardarse en un sitio tranquilo, oscuro, a salvo de oscilaciones térmicas bruscas y de vibraciones.
Sin embargo, a diferencia de otros vinos, recomendamos mantener las botellas de Jerez en posición vertical y no tumbadas.