El chorizo tiene sus orígenes en la Península Ibérica, específicamente en España, donde comenzó a elaborarse hace siglos como una forma de conservación de la carne de cerdo. Durante la época de los romanos, el embutido ya era conocido, pero la gran revolución llegó con la introducción del pimentón en Europa, traído de América en el siglo XVI. Este ingrediente no solo le dio su característico color rojo, sino que también ayudó a prolongar su conservación gracias a sus propiedades antibacterianas. A medida que el Imperio Español se expandió, también lo hizo el chorizo. Este embutido llegó a América y se adaptó a los ingredientes locales, dando lugar a versiones únicas en México, Argentina, Colombia y muchos otros países. El proceso de elaboración del chorizo varía según la región, pero en términos generales sigue estos pasos: selección de la carne, picado y mezclado, embutido, curado o cocción y almacenamiento. Aunque el chorizo es un alimento calórico, también aporta ciertos beneficios si se consume con moderación, como ser una fuente de proteínas, aportar energía y ser rico en especias naturales. El chorizo ha adoptado diferentes sabores, texturas y formas de preparación según el país donde se produce, con variantes como el chorizo español, mexicano, argentino y colombiano, cada uno con sus características y preparaciones únicas. Desde España hasta América Latina, el chorizo ha evolucionado y se ha adaptado a los sabores de cada cultura, convirtiéndose en un ingrediente esencial en la gastronomía mundial. El chorizo más largo del mundo se hizo en Argentina y midió más de 200 metros. En México, el chorizo verde es una especialidad de Toluca, elaborado con cilantro y espinacas.