El azúcar, tanto blanco como moreno, se extrae principalmente de dos fuentes: la caña de azúcar y la remolacha azucarera.
La caña de azúcar es una planta tropical que crece en climas cálidos, como en América Latina, Asia y algunas regiones de África.
Por otro lado, la remolacha azucarera se cultiva en climas más templados, como en Europa y América del Norte.
El proceso de obtención es similar en ambos casos.
Primero, las plantas son cosechadas y sometidas a un proceso de extracción que libera el jugo de sus tejidos.
Este jugo contiene sacarosa, que luego se purifica y cristaliza para obtener el azúcar que utilizamos en nuestra alimentación.
Como resultado de este proceso se puede obtener azúcar blanco, cuando ha pasado por un refinado completo, o azúcar moreno, cuando conserva residuos de melaza, que le aportan su color característico.
Además de tener en cuenta la cantidad de azúcar recomendada, es importante revisar las etiquetas de los productos, ya que muchos alimentos procesados contienen azúcares ocultos.
También es relevante señalar que los azúcares añadidos pueden presentarse bajo diferentes nombres, como maltosa, fructosa, jarabe de maíz, miel, sirope de arce o agave, entre otros.
En conclusión, si el consumo de azúcar se limita a lo recomendado, da igual que sea azúcar blanco, moreno, miel o cualquier otro edulcorante natural.
Por ello, tampoco es necesario sustituirlos por edulcorantes artificiales, como la sacarina, aunque estos sean seguros.