Pescados grasos van en sintonía con blancos con fermentación o crinaza en barricas, como Chardonnay, Viognier, Semillón, White Blends, son muy atinados o tintos ligeros, con refrescante acidez como Pinot Noir, Merlot y Criolla son símbolos de este maridaje. Los pescados magros se entienden de memoria con blancos ligeros, frescos y frutados como Sauvignon Blanc, Torrontés, Riesling, Gewurztraminer, Chenin Blanc son imperdibles alternativas. Un rosado puede ser un auténtico comodín, que armoniza ambas propuestas, según su grado de intensidad. Los rosés más enjundiosos maridarán mejor con pescados grasos, mientras que los más sutiles y ligeros, ensamblarán con los magros. Los pescados grasos como salmón, trucha o un dorado o pacú, encontrarán en una enjundiosa copa de vino blanco con buen volumen o paso por madera, la pareja ideal. Los pescados magros, como el lenguado o el mero, no dudemos en degustar un fresco exponente blanco o rosé. Los frutos de mar pedirán un refrescante y liviano exponente, a base de Sauvignon Blanc o Torrontés. Los pescados grasos pueden combinar con burbujas elaboradas bajo el método Champenoise o Tradicional y pescados magros con los delicados productos trabajados con el método Charmat.