El propio Moisés quedó subyugado por Canaán, la tierra que daba leche, miel y racimos de uva tan grandes que eran necesarias dos personas para transportarlos. De hecho, en la Biblia se habla de la vid como árbol de la vida y para el pueblo hebreo siempre fue símbolo de sabiduría y prosperidad. El propio Talmud reconoce que “no hay alegría sin vino”. “De la sangre de la uva bebiste vino”, se lee en Deuteronomio 32:14. También aparece en el Cantar de los Cantares, en pasajes referentes a Acab, Nabot y, por supuesto, a Noé, de quien se explica en el Génesis 9:21 cómo al salir del Arca "plantó una viña. Y no hay que olvidar que, sea o no por el consumo de vino, las Escrituras aseguran que Noé vivió hasta la edad de 950 años. El pueblo judío no puede beber cualquier vino, debe consumir únicamente vino kosher según las leyes del Kashrut recogidas en la Torá y que ordenan la dieta judía. El término kosher se traduce como apto o adecuado. Para ello, su elaboración debe estar controlada desde la vid hasta su embotellado por un rabino que supervisará también la limpieza de todos los materiales utilizados a lo largo de todo el proceso de elaboración. Además, las cepas utilizadas para el vino kosher deberán llevar plantadas más de cuatro años, sus racimos nunca podrán tocar la tierra, no habrá ningún otro cultivo cerca del viñedo, que además será orgánicamente abonado justo dos meses antes de vendimiar y deberá descansar cada siete años. Con tal motivo, en el Pesaj es necesario beber cuatro copas de vino para celebrar los cuatro grandes aciertos del pueblo de Israel durante sus años de esclavitud en Egipto: no variar sus nombres hebreos, continuar hablando en hebreo, no participar de las costumbres egipcias y seguir siendo fieles entre sí.