El día 20 de agosto se celebra el día de la patata frita, uno de los modos de consumo más famosos de este popular tubérculo.
Estos bastoncillos crujientes son uno de los acompañamientos más escogidos para todo tipo de alimentos, pero, además, son el motivo de una disputa de muchos años entre dos países europeos.
Las conocidas french fries en inglés tienen en realidad un origen incierto, y Francia y Bélgica se pelean por llevarse el mérito de un éxito culinario.
La respuesta se remonta a la Primera Guerra Mundial, en la cual los soldados estadounidenses ubicados en esta región francófona de Bélgica descubrieron el nuevo invento culinario y lo apodaron como "papas a la francesa".
Pese a la convicción de los belgas de ser el origen de esta clase de patatas, hay voces que contrarrestan esta teoría.
Según Leclercq, los argumentos que fundamentan la paternidad belga de la patata frita se basan en una investigación realizada por Jo Gérard, un historiador belga que descubrió en un manuscrito que los habitantes de Namur freían patatas en forma de pequeños peces.
Los defensores de la patata frita francesa afirman que el origen de esta forma se encuentra en París, en los carros que las vendían en el Pont Neuf, el puente más antiguo de la ciudad, a finales del siglo XVIII.
Pese a esta teoría, cabe destacar que las patatas fritas que conocemos hoy en día aparecen por primera vez por escrito en un manual de cocina belga.
En este libro se explica el típico método de preparación de las patatas, haciendo hincapié en la doble fritura que da al alimento su crujiente tan característico.
Esto es debido a que, aunque el origen de este método sea dudoso, el origen de la cultura de la patata frita es fundamentalmente belga, según también apunta Leclercq.
En este país, las patatas fritas pueden incluso ser un plato en sí mismo, mientras en el resto del mundo se suelen utilizar como guarnición.