La morcilla, tentación española que hace sus mejores galas como aperitivo o tapa. Un clásico que asumimos en la cocina española, cuyo origen se lo debemos a los griegos. De hecho, la primera mención la encontramos en la Odisea de Homero. Platón, el famoso filósofo griego, atribuyó la invención de este producto a Apoctonitas, uno de los siete legendarios cocineros que sentaron las bases de la cocina tradicional. Por su parte, los romanos, conocidos por su ingenio culinario, fueron precursores en el ámbito de los embutidos. Las primeras referencias escritas sobre la morcilla en España datan del siglo XVI, donde se especificaba que debían elaborarse con tripas y sangre de cerdo, marcando así los estándares para su producción. La morcilla burgalesa, según su composición actual, es mucho más joven, ‘sólo’ tiene trescientos años, los que lleva el arroz valenciano viajando hacia Burgos. El sabor distintivo de la morcilla de Burgos es verdaderamente único y difícil de equiparar con cualquier otro alimento, incluso con otras variedades de este alimento. La morcilla siempre ha estado muy vinculada a la cultura gastronómica de nuestra tierra, que nos lleva a su origen en las famosas matanzas del cerdo, de las que nos recuerda el refranero que se aprovechaba del cerdo “hasta los andares”.