El resultado debe de ser algo parecido a un pastel jugoso, tierno y cremoso de huevo, patata y cebolla.
Es un plato universal de la cocina española.
El corte en cubos o prismas dificulta el pochado de las patatas y puede que se hagan por fuera y por dentro queden duras.
El aceite debe de cubrir a las patatas para asegurar que todas se hacen por igual.
Durante el pochado, no debemos tapar la sartén.
Si lo hacemos, el vapor de agua no escapará y se quedará en la sartén en forma de agua, de manera que la patata se cocerá en lugar de pocharse.
Si nos decidimos por usar cebolla, siempre la cocinaremos por separado para asugurar que se obtiene el punto adecuado y se hace toda por igual, y no quedan trozos demasiado hechos y otros duros.
Para evitar este problema siempre cocinaremos la cebolla aparte.
Batimos los huevos ligeramente en un bol y agregamos la patata pochada y la cebolla, que todavía estarán templadas, esto provoca la lenta desnaturalización de la proteína del huevo y por tanto un cuajado lento, a la vez que los almidones de la patata empiezan a convertirse en gelatina.
No debemos cocinar inmediatamente la mezcla, debemos dejar que se combinen los sabores y que aumente la consistencia, en base al trabajo de proteínas y almidones.
Si el aceite no está muy caliente la tortilla se agarrará al fondo de la sartén.
A continuación daremos la vuelta a la tortilla, ayudándonos de un plato y pondremos nuevamente la tortilla en la sartén, para que se haga por las dos caras.
Esta operación la podremos hacer tantas veces como queramos hasta que la tortilla alcance el nivel de cuajado que nos guste.
Es importante que la tortilla quede jugosa, cremosa y tierna.