Cebolla amarilla: la cebolla por excelencia.
La cebolla convencional, que todos tenemos en casa, es aquella que, tradicionalmente, crecía durante el verano y se cosechaba ya madura en otoño.
Es rica en compuestos de azufre, más seca y fácil de almacenar en un lugar fresco y seco, sin necesidad de refrigeración, durante varios meses.
Aunque es aceptable en crudo, es la cebolla por excelencia para cocinar.
Según la edad, pica más o menos, pero siempre se vuelve más suave al entrar en calor.
Es la variedad ideal para preparar la base de cualquier plato y también para caramelizar.
Cebolla blanca: la amiga de tus ensaladas.
Estas cebollas eran las propias de primavera, pues se plantaban en forma de brotes a finales del otoño y se cosechaban antes de que estuvieran del todo maduras, en la siguiente primavera y a principios del verano.
Hoy se encuentran todo el año y su sabor no difiere demasiado entre temporadas.
Ahora bien, se conservan peor.
Se pueden almacenar también en un lugar fresco y seco, pero aguantan menos que las cebollas convencionales.
Este tipo de cebolla es ideal para consumir en crudo, pues su sabor es más suave y su textura más crujiente que el de la variedad amarilla.
Cortada en fino es la cebolla ideal para añadir a la ensalada, pero también es genial cuando se necesita realizar una cocción rápida.
Se trata, además, de una variedad especialmente popular en Latinoamérica.
Cebolla roja: una nota de color.
La cebolla roja es similar a la blanca, pero está pigmentada por antocianinas solubles en agua, que le da su color característico.
Este, en cualquier caso, está solo presente en las capas superficiales de cada escama foliar y al cocinarla su color se diluye y se apaga.
En cuanto a sabor y conservación son similares a las cebollas blancas, aunque ligeramente más fuertes y picantes.
Se encuentran todo el año, pero en verano y principios de otoño tienen un sabor más suave ya que su acidez se intensifica a lo largo del invierno.
No tiene mucho sentido usar esta cebolla para preparaciones calientes, para las que obtendremos mejores resultados con la variedad amarilla, pero funciona de maravilla en las ensaladas o para realizar encurtidos o maceraciones, como el ceviche, donde su presencia es obligatoria.
Cebolla Vidalia: la variedad más dulce.
La cebolla Vidalia debe su apellido a la localidad del mismo nombre, en el estado de Georgia (EEUU).
Es en realidad una cebolla de primavera que se cultiva en suelos con poco azufre y que, por lo tanto, tiene la mitad, o menos, de las cantidades habituales de defensas químicas a base de compuestos de este mineral.
Esto la hace mucho más suave y dulce.
Aunque, de nuevo, se encuentra todo el año, lo ideal es comprarlas entre finales de abril y principios de septiembre.
Pese a que su sabor es más parecido al de la cebolla blanca, su aspecto exterior la hace fácilmente confundible con la cebolla amarilla convencional, aunque suele ser algo más achatada.
En España se suele comercializar con la etiqueta de “cebolla dulce”.
Es importante no confundirla con la cebolla chata, muy típica en Galicia, que es en realidad una cebolla amarilla, nada que ver con esta variedad.
Es una gran opción para comer en crudo, pues es la opción menos fuerte, y también es la variedad ideal para hacer aros de cebolla.