El vino es un producto vivo y en continua evolución.
En su envejecimiento se diferencian tres fases: maduración del vino, apogeo y declive.
La maduración es la primera fase en la que el vino va mejorando paulatinamente sus cualidades organolépticas.
Los vinos se van afinando, a la vez que se mejoran sus cualidades.
El apogeo se da cuando el vino ha llegado a su máximo nivel, desarrollando el abanico de aromas y sabores que define su buqué.
Tras esta fase, llegará un momento en que el vino comience poco a poco a perder esas características que marcaron su calidad, es el declive; se vuelve más seco, pierde cuerpo y el color evoluciona en los tintos desde los tonos malvas hacia tonos teja y en los blancos, hacia los tonos dorados.
La duración de cada una de estas fases es variable y viene definida por las características del vino, su elaboración, su crianza y las características de las variedades.
En términos generales, y dependiendo de todos los factores enumerados, contando a partir del año de su cosecha, los vinos se pueden conservar durante aproximadamente: Vinos Jóvenes: no más de un año de guarda y puede ser un poco más para los vinos que han pasado por barrica algunos meses (vinos jóvenes robles) pero no mucho más.
Vinos Crianza: de cuatro a cinco años.
Vinos Reserva: de ocho a diez años.
Vinos Gran Reserva: quince años o más.