La cebolla prefiere los suelos de textura media con un buen drenaje, ya que el encharcamiento causa fuertes pérdidas de raíces.
El pH ideal es ligeramente ácido, alrededor de 6-7.
Valores de pH más altos pueden causar deficiencias de oligoelementos y por consiguiente una reducción del rendimiento.
La cebolla es muy sensible a la salinidad del agua de riego.
Por lo tanto, es necesario aplicar fertilizantes que salinicen lo menos posible el agua de riego y el agua del suelo.
El cultivo requiere el aporte de un alto nivel de nitrógeno.
Es importante aplicar el nitrógeno en la cantidad adecuada y en equilibrio con el resto de los nutrientes.
Pero en el programa de abonado de la cebolla, el nitrógeno no debe aplicarse en exceso, ya que provoca un retraso en la maduración, bulbos más blandos y una peor capacidad de almacenamiento.
La cebolla tiene necesidades de fósforo relativamente altas.
Este elemento está directamente relacionado con el desarrollo de las raíces y, por lo tanto, es necesario para asegurar una absorción eficaz de los nutrientes restantes.
La calidad de la cebolla está determinada en gran medida por el potasio.
La deficiencia de potasio da lugar a cebollas más blandas y menos resistentes y, por lo tanto, reduce la vida posterior a la cosecha.
Además de las ventajas mencionadas, la aplicación de potasio en forma de sulfato de potasio, también proporciona azufre.
Se observan respuestas positivas con aplicaciones secuenciales de Zinc.