Los vinos se pueden clasificar según diversos criterios, que incluyen el tipo de uva, el método de producción, el nivel de dulzura y el tiempo de envejecimiento, entre otros.
Las categorías más comunes son la clasificación por color, que se divide en tintos, blancos y rosados.
El vino tinto destaca por sus taninos, que aportan una sensación de sequedad, y son ideales para acompañar carnes rojas, pastas y quesos fuertes.
Los vinos blancos destacan por su frescura, acidez y por ofrecer sabores frutales y florales.
Son ideales para acompañar pescados, mariscos, ensaladas y platos con sabores suaves.
El vino rosado combina la frescura del blanco con matices del tinto; su color se logra dejando las pieles de uvas tintas en contacto breve con el jugo.
Es versátil y fresco, perfecto para platos ligeros, ensaladas y aperitivos.
Los vinos espumosos son famosos por sus burbujas, que se producen durante un segundo proceso de fermentación.
Estos vinos suelen ser festivos y refrescantes, perfectos para celebraciones y para acompañar aperitivos, mariscos y postres.
La clasificación de los vinos por dulzura se basa en el contenido de azúcar residual presente en cada tipo.