El vino que se sirve con los embutidos debe tener una buena carga de acidez, con taninos muy equilibrados. De esta manera limpiará el paladar de las grasas propias de estas carnes, aportando un gusto y aroma adicional.
Al igual que sucede en otras ocasiones dentro del mundo del vino y la gastronomía, el maridaje con los embutidos va a depender del tipo de carne con la que estos son elaborados.
Ahora bien, también es fundamental tomar en cuenta la cantidad de grasa, ya que en ese caso, esta puede requerir vinos con un alto nivel de acidez para limpiar el paladar.
Aunque en líneas generales, se suelen servir los embutidos con vino tinto, dado estas características, la verdad es que hay ocasiones en que los vinos blancos o rosados van perfectamente en la mesa.
Para los embutidos elaborados a base de hígados, lengua y otras partes menos comunes, suelen estar más cargados de sabores fuertes y grasas.
Por ello, el vino tinto que los acompañe en la mesa debe ser rico en taninos, estructura y con carácter.
Un buen vino de la variedad de uva Merlot sería ideal para jamones europeos, especialmente los que pasan por un proceso de maduración, por ejemplo, el Serrano, el Prosciutto o el Westphalie.
Un vino de uva Cabernet Sauvignon para embutidos elaborados a base de hígados, lengua y otras partes menos comunes.
Un vino de la variedad Syrah es ideal para salchichas y longanizas, especialmente las elaboradas con sangre.