En prácticamente todo el mundo, el té y el café son las bebidas sociales por excelencia.
Sin embargo, el té no es especialmente popular en muchos lugares de España y, de hecho, cuando la gente habla de él no se refiere al originario de China, sino al té local, a una serie de especies que se recogen en el campo o se cultivan en los huertos y con las que pueden prepararse deliciosas tisanas.
La mayoría de estas especies se consumen tanto por su exquisito sabor, como por sus propiedades medicinales, sobre todo para facilitar la digestión.
Son tan valoradas que, al hablar de ellas, a menudo se las considera “el té bueno”, “el de verdad”, en contraposición al que “se vende, el de las bolsas.”
El gran botánico Pío Font Quer recoge una anécdota ocurrida en San Carlos de la Rápita en 1934, durante una excursión organizada con motivo de un congreso internacional de botánica, que refleja muy bien el sentir popular a este respecto.
Cuando fueron a desayunar en el hostal donde pernoctaban pidieron té y, como no sabían qué tipo de bebida les habían servido, preguntaron a la dueña y ella les respondió: “pues té, y del mejor té que hay, té de roca”, refiriéndose a la especie Jasonia glutinosa.
Aunque la manera apropiada de preparar estas plantas suele ser la infusión, muchos consumidores prefieren el cocimiento, pues dejan hervir el extracto unos minutos.
Por el contrario, la infusión consiste en dejar macerar la planta en agua a punto de hervir para evitar que se volatilicen algunos de sus principios activos.